DIPLOMACIA Y SABIDURÍA

“El hombre propone y Dios dispone” comenta filosóficamente Venturi. Mejor hubiera dicho: Napoleón dispone; porque, llegado a Milán y conseguida la audiencia con el general, este lee las cartas de sus colegas –ya que también él era miembro del Instituto, sección de mecánica- y, sin dejarle la mínima oportunidad de manifestar sus deseos, lo nombra sin más trámites miembro del Cuerpo Legislativo de la recién constituida República Cisalpina. El 5 de diciembre Bonaparte regresa a París. La Cisalpina, comprometida en proporcionar soldados para su ejercito, decide abrir una escuela militar; y ¿cuál edificio podría ser mejor que el inmenso palacio de Módena, abandonado por el duque prófugo? Se buscan maestros, y Venturi se ofrece; de modo que en verano de 1798 deja el Cuerpo Legislativo y regresa a esa ciudad, como profesor de física y química. ¿Tranquilo, por fin? Uds juzgarán. Mientras Bonaparte está en Egipto, en Italia la lucha recomienza, y a principios de 1799 los austriacos vuelven a ocupar Módena; allí encuentran a ese traidor de Venturi sumido en sus estudios y lo encierran en la torre de Carpi. En junio regresan los franceses y abren la puerta: Venturi sale, pero se cuida de no volver a Módena; va a Parma, que está algo lejos de la frontera, y de allí remite a la regencia austríaca documentos que comprueban su “conducta moral y moderada”. La regencia lo indulta, lo que le permite regresar a Módena.  Pero en mayo de 1800 Bonaparte está de vuelta; 14 de julio, batalla de Marengo: con los austriacos en plena derrota, Napoleón entra triunfante a Milán y otorga a Venturi una cátedra en la universidad de Pavía.

Sin embargo, la carrera del profesor se ha acabado: el puesto resulta puramente nominal, ya que a un mismo tiempo lo envían en misión diplomática a Turín. Venturi ya se ha  vuelto un experto: “Para descubrir mejor los secretos del gobierno empecé cortejando a madama Rosina Vinay, en cuya casa se reunían varios de los gobernantes” escribe69. Pero seguramente aprovecha también su estadía para entrar en contacto con los miembros de la Academia de Ciencias locales, heredera de la Sociedad Científica fundada allá en 1757 por Lagrange y sus amigos, y para ofrecer pláticas que debieron de tener influencia en la vocación de un estudiante de 19 años, Giorgio Bidone, quien será luego profesor en la universidad.

Curiosamente, para conocer la personalidad de Bidone, debemos acudir a los escritos de uno que fue pintor, literato, político distinguido, todo menos hombre de ciencia: Mássimo d’Azeglio. De familia noble piemontesa, Massimo había pasado su adolescencia en Florencia, donde los suyos habían emigrado cuando el rey tuvo que abandonar Turín por la ocupación francesa. Al regresar este en 1814, también regresan los d’Azeglio y consiguen que el hijo, aun poco idóneo para los estudios, ingrese en la Universidad. Pero en aritmética, álgebra y geometría, así como física, Massimo es un desastre; y al padre se le ocurre confiarlo justamente a los cuidados de Bidone. Massimo tiene 15 años; Bidone, de 32, se empeña en enseñarle los más elementales rudimentos de la ciencia, sin ningún resultado: “El cielo no me había dado facultades para los números” confiesa cándidamente el alumno. Más Bidone sí logra plasmar algo en él. “A pesar de esta inercia de mi cerebro y del escaso fruto que mi maestro obtenía de sus cuidados, él me había dispensado muchísimo cariño. El mayor provecho yo lo sacaba de su conversación, más que de las enseñanzas científicas;… aprendía poco a poco a pensar, reflexionar, desechar ideas falsas y elaborar otras exactas… Desde entonces empecé a acostumbrarme a valorar a los hombres con base en su honradez e instrucción, y a las cosas en la medida de su verdadera utilidad”87.

Pasan dos años, Massimo, que definitivamente no sirve para los estudios, se destina a la carrera de oficial de caballería. Entra al cuartel, pero se vuelve un calavera; y he allí a su mamá, la pobre marquesa Cristina, que va sola, cubierta por un velo para que la gente no la reconozca, “a golpear a la puerta del amigo profesor Bidone para desahogarse acerca de mí, buscar consuelo y consejos, y a veces para devolverle alguna pequeña suma que él me venía prestando en alguna necesidad que yo tenía… El excelente Bidone intentaba serenar a mi madre, le hablaba bien de mí, la esperanzaba, así que ella salía de su casa más animada. Por otro lado, él me había rodeado de un verdadero sitio, no a fuerza de predicas y porfías, sino con el talento y la experiencia del mundo que él tenía… Por un lado,  yo lo rehuía…; por otro, me sentía a pesar mío dominado por su bella y serena inteligencia, por esa cordial honradez que trasparentaba de sus ojos y que excluía toda duda acerca de la sinceridad de sus opiniones y de sus atenciones… A veces, arrastrado por malos compañeros, yo desaparecía y durante algún tiempo el pobre Bidone me esperaba en vano. Luego, atraído por una fascinación que combatía inútilmente, volvía a golpear a pesar mío a la puerta del amigo. Entraba en esa pequeña morada aseada y al mismo tiempo sencilla y severa; además exacta y ordenada justamente como una página de cálculo. Nunca he visto una casa  que fuese un retrato más fiel de quien en ella vivía…”

“Recuerdo ahora con verdadera y tierna gratitud los apuros de ese amigo excelente por hacer de mí alguien. Estudioso por naturaleza, y además ocupado en los empeños de la cátedra, hallaba el tiempo de buscarme, acecharme, encontrarme, acompañarme en largos paseos, para tener la oportunidad de hablarme difusamente y de meter en mi cabeza ideas buenas y rectas, bajo cien formas distintas…88 De ciencias exactas, era inútil platicar: lo sabía el pobre Bidone que, al enseñarme matemáticas, no había logrado hacerme diestro en las cuatro operaciones de la aritmética. Quedaba todo el resto de los conocimientos; y cuando yo le preguntaba: ‘¿Qué debo hacer?’, él me contestaba sonriendo: ‘¿Actúe?’”89.

Fuertes eran, por cierto, los “empeños de la cátedra” de Bidone. Porque, además de profesor, era un incansable investigador de fenómenos hidráulicos, que analizaba en el laboratorio con suma paciencia y dedicación: remansos, propagación de ondas en canales, y, por supuesto, también chorros.

Cuadro de texto: Giorgio Bidone, nació en Casalnoceto, Italia (Punto B) y define el Salto Hidráulico, que en Italia le denomina Salto de Bidone.

 

 

 

 

 

Imágenes obtenidas de: http://www.torinoscienza.it/accademia/personaggi/apri?obj_id=423 , http://www.pueblos20.net/italia/ruta.php?id=5387  ; http://eicunsa.iespana.es/publicacion/SALTO%20HIDRAULICO2008.pdf y http://mecanicafluidos7mo.blogspot.com/2008/04/flujo-en-canales-abiertos.html

 

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