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LA DERROTA DE ARISTÓTELES |
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Aunque Torricelli hubiese claramente advertido la utilidad de su dispositivo para detectar variaciones en la atmósfera y, por tanto, en el clima, la importancia inmediata de su hallazgo no fue el invento del barómetro, sino la producción efectiva de ese vacío aislado y continuo cuya existencia Aristóteles juzgaba absurda. Ricci, un joven de 25 años, había sido alumno de Torricelli en Roma. Experto en matemáticas por un lado, y por el otro, al inicio de una brillante carrera eclesiástica que le llevaría al cardenalato, estaba conquistando la amistad de los grandes científicos de la época que frecuentemente acudían a su juicio en sus disputas. Totalmente convencido, luego de la respuesta de Torricelli {ver El experimento de Torricelli}, de que el experimento de aquel iba a ser el mazo que aplastaría a los peripatéticos, hizo una copia de la primera carta y la remitió a Mersenne. Mersenne era el corresponsal científico por excelencia. A la sazón de 56 años, fraile de la congregación de los Mínimos, había sido en su juventud condiscípulo de Descartes en el colegio de la Flèche, estrechando con él lazos de amistad que duraron toda la vida. Con Descartes, que prudentemente prefería vivir más bien en los Países Bajos que en Francia, Mersenne mantenía desde París una correspondencia continua, teniéndolo informado de las últimas novedades; y al mismo tiempo, daba a conocer los resultados d este a los demás hombres de la ciencia. Fecundo escritor de teología, filosofía, matemáticas, física y música, Mersenne había traducido al francés las Nuevas ciencias de Galileo, que, por estar escritas en italiano, eran poco accesibles a sus compatriotas. Curiosamente, este corresponsal profesional poseía una letra horrible. En 1683 Galileo escribía a Elia Diodati, residente en París, quien le había remitido una carta del padre Mersenne: “Con la carta… sucedió lo que Ud previa, ya que, habiéndola puesto en manos de amigos y luego de toda la Academia, no ha sido posible descifrar un número de palabras suficiente para deducir –aunque sea de manera confusa- el sentido del escrito”. Y continuaba: “Que los que no quieren se les entienda, para fatigar menos pueden callar; y si más bien quieren ser entendidos, que manden escribir en caracteres inteligibles”62. Torricelli en 1643 se queja con el mismo Mersenne: “Nunca recuerdo haber quedado tanto tiempo perplejo para demostrar recónditos teoremas cuanto en la interpretación de tus cartas, Ilustrísimo Señor”. El tuteo naturalmente se debe a que la carta estaba escrita en latín. Y prosigue, con la ceremoniosidad de la época barroca: “Eso se debe a que al escudriñar con mis ojos tu escrito dudo si veo oscuridad en tu letra o bien luz en tu ingenio. De hecho, he experimentado de cierta forma las penas de Tántalo, por que luego de haber leído el celebérrimo nombre de Mersenne, no he podido sacar provecho de tu carta y gozar de tu valiosa conversación”. Felizmente, sigue diciendo, llegó luego en su ayuda el amigo Doni, “verdadero Edipo de tus letras”, que le permitió entender algo63. Cerrado el paréntesis, regresamos a la copia de la carta de Torricelli remitida por Ricci a Mersenne. Apenas este la hubo leído, se percató de la importancia del descubrimiento y determinó repetir la prueba; pero fracasó. Resolvió luego ir personalmente a Italia a presenciar su realización. En noviembre de 1644 llegó a Roma, donde se encontró con Ricci, y de regreso pasó a Florencia, donde se quedó para fin de año; allí, remplazada la palabra escrita por la hablada, los dos se entendieron perfectamente y Torricelli le mostró el experimento. Convencido, Mersenne regresó a Francia; pero como su viaje incluyó una larga vuelta por el sur del país, solo a fines de 1645 propaló entre los sabios la noticia. Pascal que, como sabemos, se encontraba en esos años con su padre en Normandía, al año siguiente logró realizar el ensayo siguiendo las notas de Mersenne, y tanto se entusiasmó que lo repitió, agregándole pruebas suplementarias varias veces, en presencia de más de quinientas personas de toda condición, entre las cuales había cinco o seis jesuitas del Colegio de Ruán. En 1647 hizo imprimir un folleto, titulado Expériences nouvelles touchant le vide (Nuevas experiencias acerca del vacío), que tuvo gran difusión en Francia y Mersenne remitió a Suecia, Holanda, Alemania e Italia. En la introducción, sin dar el nombre de Torricelli, Pascal mencionaba explícitamente que la primera experiencia se había realizado en Italia; pero muchos comenzaron a atribuirle a él el invento. Otros, como el capuchino polaco Valeriano Magni, se lo apropiaron 64. El mejor amigo que Descartes tenía en Holanda era Constantijn Huygens, señor de Zuylichem y secretario del Principe de Orange, cuya casa él, soltero empedernido, amaba frecuentar, especialmente por el cariño al hijito Christian que había nacido el mismo año de su llegada de Francia, un niño extraordinariamente dotado para la mecánica y las matemáticas. Fue el señor de Zuylichem a quien Pascal remitió copia del impreso para que lo entregara a Descartes. Sumamente interesado, éste último decidió entrevistarse con el joven Blaise, que, delicado de salud, había dejado en mayo de 1647 Normandía para vivir en Paris, en casa de su hermana Jacqueline. Allí lo visitó Descartes en septiembre, aprovechando una de sus cortas visitas a Francia. El día 23 Pascal lo recibió en presencia de su hermana y del amigo matemático Roberval; al día siguiente volvieron a verse sin testigos, y parece que fue en esa ocasión cuando Descartes le propuso experimentar si el mercurio sube a la misma altura en la cumbre de una montaña que a sus pies65. Pascal nunca reconoció en sus escritos haber recibido tal sugerencia; sin embargo, el 15 de noviembre de ese mismo año 1647 escribió a su cuñado Florin Périer que vivía en Clermont, ciudad natal de Pascal, para que, escalando el cercano cerro Puy de Dôme con un tubo de Torricelli, comparara las alturas de las columna de mercurio al pie de la montaña y en la cumbre. El experimento, varias veces postergado, se realizó finalmente el 19 de septiembre de 1648, hallándose una diferencia de poco más de tres pulgadas. Los detalles fueron expuestos por Pascal en su folleto Récit de la grande expérience de l’equilibre des liqueurs (Relación de la gran experiencia del equilibrio de los líquidos), en cuya conclusión el autor vuelve a referirse al concepto de horror al vacío. “No es en esta sola ocasión –escribe- que, cuando la debilidad de los hombres no ha podido determinar las causas verdaderas, su ingenio les ha remplazado otras imaginarias, expresadas por ellos con nombres especiales que llenan los oídos mas no el espíritu… Sin embargo, no es sin pensar que abandono estas opiniones tan generalmente aceptadas: no lo hago sino doblegándome ante la fuerza de la verdad, que me constriñe. Resistí a estas nuevas concepciones hasta que tuve algún pretexto para seguir a los antiguos… Pero finalmente la evidencia de mis experimentos me fuerza a abandonar las opiniones en que me había mantenido el respeto para la antigüedad. Con todo, no he renunciado a ellas sino gradualmente: porque del primero de estos principios, que la naturaleza posee por el vacío un horror invencible, pasé al segundo, que le tiene horror, pero no invencible; y finalmente llegué a creer en el tercero, que la naturaleza no experimenta ningún horror por el vacío”66. La época de Aristóteles se había cerrado definitivamente y se había abierto la de Galileo.
Equipo que utilizó Berti para producir por primera vez vacío, alrededor de 1640 y Barómetro construido por Torricelli en 1644 IMAGENES OBTENIDAS DE: http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen3/ciencia3/131/htm/sec_5.htm
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